Tanto Miedo

Tanto Miedo “Crecer es aprender a tener miedo.” (Roberto Merino). — Mientras los demás caían y rodaban hasta con elegancia, yo, por más que repitiera el movimiento, no podía caer como se me instruyó, sino pesadamente, sobre mi zona lumbar. Sólo cuando los ejercicios concluían pude sentir, apenas por un instante, que rodaba en torno a mis hombros, de un modo más o menos parecido a cómo se nos indicó. De la “rueda”, mejor ni hablar. Era claro: tenía miedo a golpearme y sentir dolor. Se ha escrito que el temor del hombre normal es siempre motivado y sólo puede existir en relación a la posible pérdida de un bien que se valora. Aun el miedo a lo desconocido es, en el fondo, un temor a perder lo ya conocido. Así por ejemplo, el miedo ante la muerte, la mayoría de las veces, es sólo un temor a perder la vida y lo que cada cual atesora de ella. Es por eso que sólo puede ser feliz, escribió Séneca, “el que, gracias a la razón, no desea ni teme”. Lo que quiere decir que el hombre, para ser dueño de si mismo y suprimir el temor, debe primero renunciar al deseo. Se ha dicho incluso, con ironía, que en el deseo existe una intrínseca y trágica paradoja, ya que surge de la intención de obtener un bien o de evitar un sufrimiento y es, al mismo tiempo, la causa que engendra tanto el sufrimiento como la frustración. Pero el miedo y la infelicidad no surgen del natural deseo de vivir con bienestar, sino de la compulsión por acopiar lo que no se necesita: lo superfluo y lo banal; la gloria y los honores del mundo. Son esas falsas expectativas de la conciencia socializada las que apresan la vida del sujeto y someten su libertad a una pauta de deberes autoimpuestos que alienen y desvirtúan la espontaneidad de su conducta. Vivir sin miedo es vivir sin norma. Pero la mente es norma y, por eso mismo, miedo. Sólo puede entonces extirpar el miedo e intentar su felicidad quien trasciende su propia mente: quien se libera de esa caparazón que, según Durkheim, impide percibir el milagro del ser y vivir su plenitud. Luego, el verdadero y único antídoto contra el miedo es alcanzar la verdad profunda del Sí mismo: esa verdad que, desbordando los pequeños propósitos del ego, nos identifica con los valores superiores de la conciencia y que siendo tan íntima, al mismo tiempo, nos trasciende hacia algo más grande que nosotros mismos. Jorge Ignacio Cerda Mardones. Mayo 2007 Cinturón blanco, 8° kyu. Dojo...

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Lavando el Karate-Gi

Lavando el Karate-Gi “Sólo vivo del todo / cuando vuelvo a ser niño”. (José María Valverde). — Hace unos días, mientras el otoño distribuía su equipaje, yo aprovechaba los estertores de un sol ya deslavado y raído, lavando mi karate-gi. Envuelto por el sonido del agua que escurría entre mis manos, recordé que las noches anteriores me había dormido más temprano: un hecho aparentemente simple, pero relevante para mí, porque antes de recalar en el dojo me daban altas horas de la noche, buscando un sueño hacía largo tiempo extraviado. Las últimas semanas transcurrieron raudas. Las vi pasar desde el vértice nor poniente del tatami, junto al umbral de ingreso al dojo: lugar perfecto para quien se inicia, por la visión panorámica que ofrece, ya que un principiante suele aprender no sólo por lo que lee y escucha, sino sobre todo por lo que ve. “La imitación y la repetición son muy importantes en el Karate – do”, me dijo un sempai del dojo, cuando pregunté por ciertos despliegues que no retuve del todo. Luego recordé una práctica en que Sensei Bustamante ordenó una serie de ejercicios que me transportaron directamente a mis años escolares: correr con piernas y manos sobre el tatami; el salto del conejo, el salto del tigre sobre el tronco; cargar al compañero sobre los hombros, y luego en los brazos. En un momento, cuando mi compañero regresaba al punto de inicio conmigo en brazos, pude ver a un Sempai mirándome con una mueca de extrañeza. Mientras me preguntaba por qué, sentí que mis músculos faciales estaban tensos y fijos, y que una brisa tenue recorría mi dentadura, completamente expuesta: traía dibujada en mi cara una sonrisa de oreja a oreja. Un calor bañó mi pecho y me invadió una extraña sensación de pudor. Quizás era piedad, compasión por mí mismo, porque no recuerdo la última vez que me sentí contento. Había pasado demasiado tiempo conviviendo con la rigidez de mi rostro, adivinándolo noche a noche tras el reflejo perdido de la pantalla del computador, entre una haz de letras borrosas. Cuando colgaba el karate-gi el sol ya se ponía tras la cordillera de la costa, presidiendo un arrebol rojizo con trazos azulados. En un momento, uno de los últimos rayos solares dio de lleno en el blanco radiante del karate-gi, produciéndose el llamado efecto albedo: la luz solar rebota sobre un plano blanco, y la observación del fenómeno hiere la vista de quien no protege sus ojos. He sabido que en Karate – Do, el color blanco del cinturón del principiante representa la semilla que germina bajo la nieve. No sé qué tenga que ver con el efecto albedo, pero sospecho que algo. Jorge...

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Kami, Tengu y charla con Sensei Akamine

Kami, Tengu y charla con Sensei Akamine KAMI y TENGU KAMI es el sonido de un kanji japonés, cuya traducción Occidental podría ser Divinidad o Dios. Pero el significado de la palabra japonesa Kami no puede ser considerado de la misma forma que el significado de la palabra Dios en Occidente. Hay Dioses Superiores adorados por la fe del hombre, cuyos poderes están por encima de la naturaleza. A estas Divinidades Superiores se les llama Kami Sama. La traducción occidental de Kami Sama podría ser «Honorables Dioses», pero ambos kanji juntos (Kami y Sama) conforman el concepto «Divinidad Celestial». La Altísima y Venerada Diosa del Sol, Amaterasu-no-Mikoto-Kami Sama, es la divinidad más alta. El Venerado Dios del Océano y las Tempestades (Susanoo-no-Mikoto) y el Venerado Dios de la Luna (Tsuki-no-Mikoto) también son Kami Sama. Izanagi fue el primer hombre e Izanami la primera mujer. Ambos dioses de los vientos – e hijos de los primeros Dioses – fueron hermanos y esposos, y de su unión nacieron varios dioses. Cuando nació el último hijo de ambos (el dios del fuego), Izanami murió por una infección en la vejiga y pasó a morar en el reino de las tinieblas. Izanagi – considerándolo responsable – mató al dios del fuego y viajó al reino de las tinieblas para rescatar a su hermana y esposa. Pero al haber bebido agua de la zona oscura, Izanami se había contaminado de maldad, cerrándose así la puerta de regreso. Perseguido por la propia Izanami – y otras criaturas – Izanagi escapó de aquel tenebroso lugar y se purificó bañándose en un lago. De este baño purificador nacieron Amaterasu, Susanoo y Tsuki, quienes se convirtieron en los gobernantes del universo. Hay otras divinidades inferiores que también son Kami (sin el sufijo honorífico Sama), cuyos poderes están por encima del control del hombre. Para los japoneses todo poder que esté por encima del control humano es Kami. El trueno, los huracanes, los terremotos y los dragones son Kami. Algunos espíritus humanos también son Kami. Hachiman Shinja es el templo donde están los restos del Emperador Ojin, cuyo espíritu es considerado como Kami. Algunos animales sobrenaturales como la serpiente alada (o dragón) universal (Ryu Fa) son Kami. Se considera que algunos animales terrenales como el tigre (Tora), el águila (Washi) – y algún otro – están poseídos por un Kami y pueden desarrollar su poder. También algunos humanos pueden ser poseídos por un Kami y pueden desarrollar su poder. El concepto de Kami también se puede expresar con el kanji Jin, o con el kanji Shin, y de este sonido (shin) proviene el nombre de una de las más importantes religiones de Japón, cual es el Shintoísmo. Así mismo,...

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Kenshin Ryu Karate-Do reconocido oficialmente

Kenshin Ryu Karate-Do reconocido oficialmente

Reconocimiento oficial del Kenshin Ryu, estilo creado por Sensei Seiichi Yoshitaka Akamine El Kenshin Ryu es el estilo (Ryu) de Karate-Do creado por el maestro Japonés Seiichi Yoshitaka Akamine (1920-1995). Fue oficializado y reconocido como tal en el año 2010 por las autoridades educacionales de Okinawa (Japón) así como por la “Traditional Ryu Kyu Okinawa-Te Federation” ( ryukyuokinawate@yahoo.co.jp and ryukyuokinawate@gmail.com ) y por la “Ryu Kyu Okinawa Kobudo Association” también de Okinawa, Japón. Los antecedentes, documentos oficiales y de sucesión requeridos para estos efectos fueron presentados en Okinawa Japón por el discípulo del maestro Akamine, Sensei Juan Carlos Ríus Viglianchino de la Toku In Kan (Sensei Pa Chi – QEPD) reconociéndose entonces oficialmente al Kenshin Ryu y su línea de sucesión como “Estilo de Karate-Do” (Ryu) creado por Sensei Akamine y al “Shikan Ryu” como predecesor del mismo». “En hora buena” El Kenshin Ryu del maestro Seiichi Akamine esta basado en un profundo estudio de las artes marciales y sus efectos sobre las personas. Se observan entonces en el Kenshin Ryu aspectos de las líneas de Karate-Do Shuri-te, Goju Ryu y Uechi Ryu, así como enseñanzas tradicionales de maestros chinos y de otras artes marciales Japonesas. Se observan también importantes conocimientos muy antiguos de la sabiduría ancestral del oriente que Sensei Akamine aprendió y perfecciono en vida y que el llamaba “Kaite”. El símbolo (insignia) del Kenshin Ryu fue creado por el maestro Seiichi Akamine y contiene en si mismo las enseñanzas, objetivos y filosofía de su escuela. Este símbolo contiene entre otras cosas: Los Kanjis Kenshin, los cinco colores que representan a los cinco elementos, los 16 rallos dorados que nacen desde el centro de la insignia y que representan a los 16 Katas del Kenshin, el numero de katas para cada ciclo, los ciclos de enseñanza-aprendizaje, y otros. Los cualidades representativas del estilo Kenshin están simbolizadas en el Tigre (Ken) y el Águila (Shin). Álvaro Rodrigo Bustamante Escayol Profesor de Kenshin Ryu Dojo Sanchin Santiago de...

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